continuación...
Pero la verdad es que ella se ha quedado dormida igual que su esposo, pues el sueño es otro telescopio con el que se asoma a otras vidas: a escenas que se afocan y desafocan sin ningún concierto ni limitación: porque los sueños de Lourdes son superproducciones cuyo elenco incluye cantantes, bailarines, domadores de fieras, seres actuales y futuros; son la región de la simultaniedad donde todo concuerda, el lugar en el que Francisco es un escritor inventado por ella, pues en el sueño de Lourdes, Francisco aparece inclinado sobre un cuento y ella se acerca para leer cómo la ha descrito; pero el cuento que Lourdes lee en su sueño es un cuento en el que ella tiene 20 años y le dice al que desea ser su marido que no, que de ninguna manera, que ella quiere otra trama para su vida, una historia en la que no figure ningún telescopio, porque ella aspira a estar no de este lado, sino del otro lado del telescopio: en la fiesta, en el monte que se alcanza a ver desde su balcón, allá, a lo lejos, en una vida que no le causa esas ganas de irse. Y Lourdes sonríe en su sueño, porque en su sueño tiene 20 años y el coraje para decir no.
Francisco cabecea: la madrugada se le vino encima pesándole en los ojos y, aunque desea continuar, pues ha oído que los cuentos deben escribirse de un tirón, definitivamente ya no puede. Sobre la cama descansa Genoveva en paz con su cuerpo y con Francisco que sin ningún cuidado la empuja para meterse bajo las cobijas. Ella se queja, pero no despierta, se gira como si estuviera acostumbrada a los empujones nocturnos, se acomoda en un rincón de la cama y, entonces, comienzan mis problemas: qué hacer cuando todos los personajes de un cuento se echan a dormir? Anotar sus ronquidos?, explorar sus sueños?, saltar a otro párrafo que empiece con la fórmula: "A la mañana siguiente"?, enumerar las posibilidades anteriores?, hacer que uno de los personajes abra los ojos?, despertar, por ejemplo, a Genoveva?, despertarla para que se ponga a leer el cuento de Francisco?
No he tenido que hacerlo: ella sola de pronto abrió los ojos, vio a Francisco dormido a su lado, se quitó el pelo de la frente, se levantó de la cama y, con una curiosidad de la que no soy responsable, fue derecho a la mesa en la que se hallaba el cuento de Francisco: lo miró por encima, esparció las hojas y, al leer el nombre "Lourdes", se detuvo: Francisco fantaseaba con una tal Lourdes, la describía sola en su atalaya, prisionera de un marido imbécil y sin más pasatiempo que un triste telescopio para husmear el paisaje; pero en el cuento también había un escritor parecido a Francisco, que hablaba de su soledad, se dolía por Lourdes y lo hacía en unos términos en los que a leguas se notaban los elementos autobiográficos: la mesa de trabajo, las cortinas corridas, el bolígrafo fetiche y hasta el laberinto de México del que Francisco solía quejarse.
Cómo era posible que se sintiera solo, que no la mencionara, si acababan de hacer el amor! Genoveva arrugó las hojas, le resultaba imperdonable que Francisco no la incluyera en eso que ella llamaba "tu literatura", porque a mí sólo me quieres para meterme en tu cama, le dijo mientras lo despertaba, pero no soy importante para ti, cuándo has escrito algo de nosotros, de los ratos que pasamos juntos? Quién es Lourdes? Qué no eres feliz conmigo? Por qué escribes que te sientes solo?, y Genoveva rompió a llorar. Cómo podía Francisco explicar que Lourdes era simplemente una ficción, si por todos medios había procurado volverla verosímil? Se quedó callado: la mujer del telescopio era más real para Genoveva que para él: se materializaba mejor en ese arranque de celos que en su propio cuento. Di algo, exigió Genoveva; pero Francisco, fascinado por el efecto de su historia, no abrió la boca: Lourdes estaba ahí, se había salido de esas hojas para formar un verdadero triángulo amoroso, porque al fin y al cabo Genoveva tenía razón, pues, aunque Lourdes no existiera, existían la nostalgia de Francisco y su necesidad y sus ganas de toparse con Lourdes y, además, era probable que en algún balcón de México una Lourdes estuviera mirando por un telescopio para no mirar hacia atrás, hacia la recámara en la que un marido se pone la corbata para ir al trabajo y espeta dos frases amargas de despedida: "A ver si hoy haces algo... Voy a romperte ese maldito telescopio".
Francisco no explica nada, se limita a sonreír; recoge del piso las hojas de su cuento y el bolígrafo con el que ha mirado más allá de su cuarto y más allá de Genoveva que, furiosa, da un portazo y desaparece convencida de la existencia de Lourdes. Y es que Lourdes tiene que existir, anota Francisco retomando su historia, porque su marido es cualquiera que en este momento, tras una riña matutina, sale de su casa para ir al trabajo; cualquiera que haya amenazado a su mujer con romperle esa posibilidad de fuga que da el telescopio, cualquiera que haya dicho: "A ver si haces algo". Esa frase que desde hace tiempo no ha dejado de repetir el esposo de Lourdes, pero que ahora, como la gota que derrama el vaso, la ha decidido: entre la calle y el telescopio, Lourdes elige salir, ver de cerca lo que sólo ha mirado desde el balcón, meterse en zigzag por México, perderse por sus calles, encontrarse con alguien.
Al llegar al punto anterior, Francisco suspendió su escritura. La certeza de que Lourdes existía fuera de su cuento, pero no por haber salido dando un salto mágico, sino por estricta deducción, le pareció contundente. Ella había dejado el telescopio y él debía dejar de escribri, dejar de tocarla con el bolígrafo y lanzarse a las calles a buscarla, a las calles que son un laberinto, a las calles torcidas de México con sus vendedores ambulantes y su aire tóxico y su color gris y su incurable aspecto de presidio.
Quiero creer que Lourdes y Francisco se encontraron, y lo quiero creer, porque las líneas de inercia de esta historia no me permitieron reunirlos.
Es una historia de Oscar de la Borbolla.
A mi me encanto esta historia... aunque el final.. mmmhhh...
3 comentarios:
Hola Sulyyyy!!!!
Wow, Yo tambien quiero creer que si se encontraron y si lo hicieron yo creo que Francisco la reconoceria de inmediato,
me fascino el final, dejan asi como en suspenso y a la imaginacion, que en mi criterio, SI SE ENCUENTRAN,
babay suly, me encanto haberte acompañado en este historia.
saludos
Todo el libro es una joya moderna. Saludos
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